Hechos 1:8 pero cuando el Ruaj ha kodesj (Espíritu de Santidad) venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.



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miércoles, 5 de noviembre de 2008

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La “pequeña Israel” en el corazón de Las CondesUnas 70 familias judías instalaron su propio barrio


“¡Osama!”, le gritan a Ernesto Vasershten cada vez que sale de paseo en las cercanías de la Vega Central. Él sonríe, pero el gesto apenas se nota bajo la barba frondosa que le cubre casi todo el rostro. Pero más allá de los rasgos físicos, está muy lejos de parecerse al terrorista con el que lo comparan algunos transeúntes. En realidad, Ernesto es un judío practicante.
Su tradicional kipá (aquel gorrito redondo que va en el centro de la cabeza), que usa con sagrada constancia, así lo evidencia. Y junto a su esposa, Betty, forma parte de una comunidad judía ortodoxa de más de 70 familias que decidieron mudarse a Las Condes, a la altura del 14.000, como una forma de estar más cerca de los colegios y las sinagogas que se instalaron en la zona.
¿La razón? Los judíos religiosos no pueden andar en automóvil durante el sabbath (sábado sagrado), pues sólo encender el motor del auto significaría prender fuego el día de oración y descanso, lo que está estrictamente prohibido en uno de los 613 mandamientos de la ley judaica. Por eso necesitan vivir cerca de los templos de oración.
Cada mañana de sábado es normal ver a varias familias judías practicantes en las calles de Quinchamalí y San José de la Sierra, donde están dos de las tres sinagogas del sector. De la caminata no se salva nadie. Desde empresarios top —como el dueño de las empresas BB2 y Robert Lewis, Eduardo Link, junto a su familia— hasta ejecutivos de primer nivel, como el gerente de marcas propias de D&S, Alberto Froimovich. Todos tienen sus casas en la misma zona.
Los hombres visten riguroso traje negro y kipá que —explican— los obliga a recordar que “siempre hay alguien encima de uno”. Ellas con el pelo cubierto —sólo puede ser visto y tocado por el esposo—, faldón y poleras sin escote ni mangas cortas.
Pero hay más razones de por qué los judíos religiosos optan por vivir juntos. Lo explica el rabino del colegio Maimónides, Avi Horowitz: “La vida comunitaria para nosotros es muy importante: reunirnos, celebrar las fiestas judías, asistir a clases y que nuestros hijos se conozcan”.
Según cálculos no oficiales, se estima que en Chile hay unos 800 judíos ortodoxos, frente a casi 25 mil que son o “conservadores” o reformistas, que no van regularmente a las sinagogas ni visten atuendos típicos. Entre ellos están, por ejemplo, la ex ministra Karen Poniachik o el abogado —y presidente de la Comunidad Judía de Chile— Gabriel Zaliasnik.
Sushi al modo judío
Fue hace seis años cuando comenzó la llegada de judíos religiosos a la zona de Las Condes 14.000, donde conviven en armonía con muchos chilenos y también con otros judíos más conservadores.
Poco a poco el lugar se adecuó a los nuevos habitantes. Así, hoy es posible encontrar desde hamburguesas preparadas con ingredientes kosher —producidos bajo es estricto régimen del judaísmo— hasta sushi certificado. En todos estos casos, los rabinos de las sinagogas supervisan directamente las preparaciones y llegan de sorpresa a los locales, como si fueran inspectores de sanidad.
“Se ha creado toda una vida judía en la zona y el negocio se pone donde está la gente” dice Ernesto, quien junto a su mujer —que cubre su pelo con una especie de tocado de lana— regenta el restaurante de hamburguesas kosher “El Refugio”.
Amos Elghanayam, judío de la rama conservadora, también instaló un negocio en el lugar, dedicado a la venta de comida costumbrista. En su local, “Yafo” —en honor al puerto israelita donde Jonás fue liberado por la ballena— es normal ver hombres vestidos a la usanza judía, e incluso Amos se ha hecho conocido en el círculo preparando banquetes para la comunidad. Obviamente, con ingredientes kosher. Entre sus clientes también hay chilenos, griegos y hasta árabes.
Al igual que Ernesto, Amos abastece a algunas aerolíneas de platos especiales para los viajeros judíos practicantes.
Pero la oferta en el lugar da para más. Al lado del “Yafo”, el salón de belleza “María Luisa”, además de atender al vecindario, se especializó en cortar el cabello a los miembros de la comunidad, siguiendo los especiales requerimientos de privacidad que exigen los ortodoxos.
El peluquero Simón Alvarado —quien no es judío—, atiende a todos los hombres ortodoxos en un ambiente aparte, ya que no pueden ser vistos por mujeres. Ya sabe que no debe hacer nada con las patillas, pues la religión les impide cortarse la punta de los cabellos. Y, claro, tiene que aplicar un descuento especial. Atiende también a los niños. En el caso de las mujeres, sólo hasta los 18 años, pues cuando cumplen la mayoría de edad deben ser recibidas en privado por una peluquera que, para el caso, es la madre de Simón.
En la calle La Niebla también hay dos “Kosher Market”, cuyos productos están escritos en caracteres hebreos, y al frente, por Las Condes, un restaurante de sushi, que prepara los platos con pescados de una empresa que creó una línea especial kosher. Los dueños de ambos negocios son judíos ortodoxos.
El “OK Market” de Quinchamalí también decidió sumar productos kosher a su oferta y lo mismo hizo el Líder de Puente Nuevo, que no sólo ofrece productos no perecibles, sino también pan fresco especialmente para la comunidad. Su preparación la supervisa el rabino de la sinagoga Aish Hatorah, Shoshan Goori.
En D&S cuentan que la idea de comercializar productos judíos nació del propio Nicolás Ibáñez, quien había visto las costumbres de esa comunidad en su gerente Alberto Froimovich. El ejecutivo, religioso practicante, llevaba cada día una lonchera con comida kosher a su oficina y en las reuniones de negocios exigía la preparación especial de sus alimentos, lo que llamó la atención de Ibáñez.
Preservar la cultura
En la comunidad judío-ortodoxa que vive en el lugar, el Colegio Maimónides juega un rol clave. A diferencia del Instituto Hebreo, que es menos ortodoxo, aquí la educación es más religiosa: hay ceremonias todas las mañanas de 8:00 a 8:30, las comidas se realizan en base a productos kosher y todos los niños varones usan kipá. Además, las asignaturas se imparten sólo en hebreo e inglés.
El rabino y director del establecimiento, Avi Horowitz, explica que sólo se aceptan niños judíos. “Si ingresaran estudiantes no judíos al colegio se generaría un gran problema, porque los niños acá traban amistades y en general de ahí saldrán las personas con quienes se casarán y hay que conservar la cultura”, explica.
Para los judíos religiosos es esencial que sus hijos armen familias con personas del mismo credo. De hecho, Ernesto y Betty buscaron en Buenos Aires una casamentera o “shadjanit” para sus niños, aunque aclaran que no se trata de un matrimonio pactado.
“Los judíos que se casan entre ellos tienen matrimonios de muy larga data. Por ejemplo, mientras la tasa de divorcio en Estados Unidos llega a un promedio de 60%, entre judíos religiosos no supera el 5,7%”, explica Horowitz.
La fuerte seguridad que rodea sinagogas y colegios es otro factor común. Antes de entrar al Colegio Maimónides hay que atravesar una mampara donde un guardia revisa los bolsos de las visitas, mientras la sinagoga Aish Hatorah tiene una garita de entrada construida con vidrios antibalas.
En el “Kosher Market” su dueño, Jacob, un judío ortodoxo, explica los temores: Su tienda ya ha sido atacada por supuestos neonazis, y el recuerdo del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires en 1994, que mató a 85 personas, no se olvida. Si bien son precavidos, eso no los ha hecho alejarse de su fe: sin temor se dirigen a pie, cada sábado, hacia la sinagoga en pleno corazón de Las Condes.
Según cálculos no oficiales, se estima que en Chile hay unos 800 judíos ortodoxos, frente a casi 25 mil que son “conservadores” o reformistas, que no van regularmente a las sinagogas ni visten atuendos típicos.
Fue hace seis años cuando comenzó la llegada de judíos religiosos a la zona de Las Condes 14.000, donde conviven en armonía con muchos chilenos y también con otros judíos más conservadores.
El “OK Market” de Quinchamalí sumó a su oferta productos kosher y lo mismo hizo el Líder de Puente Nuevo, que ofrece hasta pan fresco preparado especialmente para la comunidad.

1 comentario:

juan carlos dijo...

¡Shalom! estimado Moreh,la verda que hermoso que es vivir en comunidad que importante que es por el pueblo y por nuestros hijos y de esa manera mantener la culturay la indiosicracia de vida que enceña la Torah, me llamo juan soy judio Mesianico de San francisco Cordoba Argentina.Shalom Ubrajot!