Hechos 1:8 pero cuando el Ruaj ha kodesj (Espíritu de Santidad) venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.



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miércoles, 12 de agosto de 2009

JUDIOS EN CHILE : primera parte


Historia de los judíos en Chile
Período Colonial

Judíos y judeoconversos en Chile Colonial durante los siglos XVI y XVII

POR PROF. GÜNTER BÖHM
CENTRO DE ESTUDIOS JUDAICOS
UNIVERSIDAD DE CHILE

«LA PALABRA» EN LA HISTORIA


Simón de Casseres y su
«Plan de Conquista de Chile»:
Antecedentes históricos

Curiosamente, gracias a otro informe entregado por un viajero judío, quien había regresado desde América del Sur, se reactivó el interés por aquellas regiones del Pacífico.
«En 18 de Ilul del año 5404, vulgo, (septiembre de) 1644, llegó a esta ciudad desde Amsterdam Aron Levi, y en otro tiempo en España, Antonio de Montezinos, y declaró delante de diversas personas de la nación Portugueza la Relación siguiente...»1 Con estas palabras el rabino Menasseh Ben Israel da a conocer el relato de este viajero quien había permanecido en los territorios que actualmente corresponden a Colombia y Ecuador durante los años 1641 - 1642.
Montezinos pretendió haber encontrado en estas regiones a un grupo de indios que seguían los ritos y ceremonias judías y podían recitar en hebreo algunas oraciones. Esta teoría no era nueva; había sido expuesta anteriormente, en 1607, por Fray Gregorio García, publicado más adelante, en 1650, por Thomas Thorowgood, en Londres y defendida también en Lima, Perú, en 1681, por don Diego Andrés Rocha, quien llegó a afirmar inclusive el origen judío de los indios de Perú y Chile.
Lo que daba especial importancia a la narración de Montezinos, era, sin embargo, el hecho de que por primera vez un judío, viajero crédulo y de una imaginación desenfrenada, pudo convencer al más destacado rabino de Amsterdam de aquellos años, como lo era Menasseh Ben Israel, de que todo lo que le había contado era una realidad, pues lo había visto y vivido y que, por lo tanto, merecía toda su confianza. Ben Israel, al publicar este relato en su célebre obra «Esperança de Israel», insiste en que no sólo había leído todas las publicaciones que previamente se conocían
sobre este tema sino que, además, « habia conversado personalmente muchas veces con Montezinos durante los seis meses que permaneció acá (en Amsterdam)» y que «en mi presencia y en la de muchas personalidades distinguidas juró solemnemente que todo lo que decía era cierto. Más adelante viajó a Pernambuco donde permaneció por dos años hasta su muerte.
Hizo un nuevo juramento en su lecho de muerte asegurando de que toda su declaración era cierta... Después de todo esto, como no debiera dar crédito a un hombre virtuoso, un enemigo de todo egoísmo...» Lo que realmente vio o vivió o lo que sólo era producto de su fantasía no es posible reconstruir a través del relato que Montezinos dio a conocer en Amsterdam. Sin embargo, corresponde a la realidad su arresto por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la ciudad de Cartagena de Indias, desde septiembre de 1639 a febrero de 1641, antes de que continuara su viaje, en 1642, desde Villa de Honda, situada sobre la ribera occidental del río Magdalena hacia Popayán. Montezinos, quien falleció en 1647 en Recife, y por lo que se desprende del cosar la publicación de su relato, tres años después de su deceso. El rabino Ben Israel, convencido que los indios americanos, por lo menos una parte de ellos, todavía seguían algunos ritos judíos, llegaba a la conclusión de que aquéllos descendían de las doce tribus de Israel y que habían llegado a América en tiempos remotos. Basándose en un texto del profeta Daniel (12, 7) y de la Biblia (Deuteronomio, 28, 64) creía que la vuelta a la Tierra Prometida de los judíos se iba a realizar en el momento en que la dispersión total del pueblo judío se haya
completado en todo el mundo, «de un extremo al otro de la tierra».
Faltaba, según su opinión únicamente la readmisión de los judíos en Inglaterra para que se completara la dispersión profetizada y empezar así la gran liberación mesiánica. Para este fin tradujo su libro al latín, dedicando esta edición al Parlamento Inglés y al Consejo del Estado. En esta ocasión recibió el apoyo de un grupo de puritanos ingleses, entre ellos John Dury, John Sadler y Sir Edward Spencer que concordaban con su punto de vista.

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